Vivir en un lugar tan helado como es donde yo vivo puede ser un gran reto. Por supuesto que la calefacción y el agua templada pueden amenizar el ambiente, pero no hacen milagros.
De noche las temperaturas bajan tanto que siempre tengo que usar mis mejores calcetines calefactables para no sentir que mis pies se vuelven hielo.
Aun así, disfruto mucho del lugar, y disfruto salir en caminatas nocturnas cuando necesito despejarme: el aire gélido en la cara hace maravillas por una mente inquieta.
Todo es cuestión de ver el lado positivo de las cosas, ¿no les parece?